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¿Los animales no sufren de ataques al corazón y diabetes?

Hoy inauguro un nuevo rubro con el nombre de "vivir biológico", que trata la diferencia entre el vivir puramente biológico de un animal salvaje y el vivir ¨civilizadamente¨ y siempre menos biológico del ser humano.
Esta distancia que hay entre los dos crea el espacio en el cual el organismo humano necesitar usar la fisiología especial al estar en esta posición incómoda (contra la vida), manifestando las así llamadas, enfermedades.

El sistema social que hemos creado es muy eficiente, pero frecuentemente produce condiciones lejos de ser aptas para la vida y sobretodo muy diversas a las que la evolución ha programado en 4 mil millones de años.
Costumbres, moral, convenciones, reglas, creencias, interpretaciones... son necesarias para nuestra civilización moderna, pero pueden a menudo poner a prueba las estrategias de supervivencia, individuales y del grupo, demostradas a lo largo de millones de años.

Ten en cuenta que vivir en modo "biológico" en este contexto no tiene el significado saludable de comer bien o hacer ejercicio. De hecho, estas son condiciones irrelevantes en relación con las reacciones patológicas del organismo. Y lo veremos claramente.

Así cuando pensamos en el animal salvaje como un ser ¨muy biológico¨, lo hacemos considerando el hecho de que no está sujetos a otros condicionamientos distintos a aquellos que tienen que ver con su supervivencia.
Entonces, el experimento que busco hacer en este rubro es: verificar como un ser que vive de acuerdo a las leyes de la naturaleza se enferma menos o no se enferma nunca (para ser preciso: no arrastra por tiempo prolongado el programa biológico de fisiología especial) respecto a aquel "civilizado" (hombre o animal doméstico), y como estas patologías no están mínimamente correlacionadas a los clichés de la contaminación del medio ambiente, la nutrición y genéricamente llamado "estilo de vida equivocado".

Empezamos a partir de aquí, con el buen estudio americano publicado hoy:

Osos gordos y voraces pero sin problemas de obesidad o descompensaciones cardíacas como los humanos
Grandes, gordos y voraces, pero sin los clásicos problemas que afectan al ser humano obeso [...] En las semanas previas al letargo, los osos comen suficiente miel, frutos del bosque y salmón para engordar una cincuentena de kilos. Su colesterol sube como su presión sanguínea. Pero a diferencia del ser humano, su salud no sufre. Las arterias de los osos no se obstruyen, ni los animales sufren ataques al corazón ni se vuelven diabéticos. [...]

http://qn.quotidiano.net/lifestyle/2013/12/17/998363-animali-orsi-ciccioni.shtml [ITA]

Tenemos entonces una primera prueba: "los animales salvajes no sufren de ataques al corazón o diabetes" y no se vuelven obesos. Sin embargo los científicos esperan que suceda en esas condiciones.
Hemos repetido hasta el cansancio y se da por descontado que una cierta manera de comer provoque enfermedad cardiovascular y diabetes, tanto que cuando la naturaleza nos muestra lo contrario, quedamos estupefactos como frente a un prestidigitador: "¡pero cómo es posible, el colesterol tapa las arterias y luego viene el infarto! ¡Y el exceso de calorías nos vuelve obesos!"

No hablo de comer sano para sentirnos más o menos en forma, pero deteniéndose en el argumento ¨enfermedad¨, esta no puede tener la causa (ni la solución) en el tipo de alimentación.
A propósito de esto y de la sangre del oso, hemos ya visto como la tesis sobre la nocividad del colesterol han caducado y carecen de fundamento científico.

Pero la evidencia a disposición observando a los seres vivos en su ambiente natural, como el ejemplo del oso que no tiene ningún motivo para alterar su propia producción de insulina, o de iniciar bloqueos coronarios o exasperar la retención hídrica (obesidad), incluso con una dieta hipercalórica que le hace consumir 58.000 al día. Del mismo modo un cuerpo humano no tiene de por sí motivo para hacerlo.

Puedo ahora imaginar como el mapa perceptivo de un investigador, fundado suposiciones, no ponga en discusión el postulado convencional "dieta hipercalórica=enfermedad" (jamás, se caería todo el castillo),sino que inicia una búsqueda espasmódica para encontrar el mecanismo secreto que permite al oso, aparente excepción del mundo natural, de no volverse obeso y morir de un infarto.
Este pensamiento dominante es el mismo que me permite fantasear sobre una posible terapia génica, que sea capaz de pegar alguna porción de los genes del oso en el cuerpo humano.

Lamentablemente no se ha integrado todavía la perspectiva - pero lentamente se abre camino - en la cual existe un sentido biológico, extraordinariamente simple para todos los procesos del organismo, que incluso si la llamamos diabetes o descompensación cardíaca, no son disfunciones, averías o errores genéticos sino más bien, respuestas del cuerpo muy precisas que no tienen ninguna relación etiológica con la dieta.


Continuaré a coleccionar otros estudios sobre animales salvajes, con la intención de verificar si y cómo estos están exentos de la "epidemia de cáncer" (y de otras enfermedades más comunes) que parecen proliferar en el hombre, a pesar de que están expuestos a la misma contaminación ambiental (electromagnético, atmosférico, agua, etc.), considerados hoy los factores que los causan.
Otros elementos importante para verificar es la incidencia de sobre-diagnóstico (ausente en los animales), y algunos comportamientos repetitivos usuales para el hombre, pero raros en los animales, que provocan curvas bifásicas un poco especiales.


Agradezco y animo a los que quieran hacer contribuciones y a dar las referencias de los estudios que van en esta dirección, que lo hagan abajo en los comentarios.



traducción y dirección

Matelda Lisdero

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