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Como un verdugo que ciñe el lazo

Me ha pasado de encontrarme con personalidades fuertes, decididas, prácticas, personas resolutivas en muchos ámbitos de sus vidas… excepto uno: la propia salud.
En aquel ámbito no quieren entrar: se mantienen firmes, no tienen tiempo de enfermarse y si tiene alguna fiebre o malestar siguen adelante con sus actividades tapando los síntomas con alguna medicación adquirida sin receta en la farmacia.
Pero si el malestar se transforma en un diagnóstico importante, en el que se percibe que la vida está en peligro, entonces reaccionamos todos de manera parecida: independientemente del temperamento que nos distingue, nos transformamos, nos volvemos irreconocibles.
El cuerpo refleja instantáneamente la percepción de pérdida, impotencia, desesperación visceralmente arraigada. Se enrolla sobre sí mismo, impresiona más pequeño, la mirada se pierde.
El miedo se apodera y esto lleva a aniquilar todas las personalidades que caracterizan al individuo en sus rutinas cotidianas.
El ser humano se vuelve esencial, emerge solo la parte instintiva, biológica, despojada de cualquier otra superestructura.
Aparece el animal asustado,contra la pared, sin vía de escape.
Aún el más robusto y tenaz se vuelve pequeño, vulnerable, indefenso, con actitudes y movimientos alterados, ya no reconocibles como propios. Se aglutina sobre sí mismo, incapaz de tomar las decisiones más elementales porque cada decisión implica un esfuerzo insostenible. Frente a la parálisis sensorial e intelectual no es capaz de sentir como está pero necesita que se lo digan; no es capaz de discernir lo que es mejor para sí mismo, pero confía sin ningún sentido ni espíritu crítico en las decisiones de otros.


¿Qué poder que tiene el miedo?

Es como la niebla que tapa todos los puntos de referencia.
Tiene la capacidad de poner en problemas aún al ser humano más astuto, aquel que encuentra, en cada circunstancia adversa, la mejor estrategia y vía de salida. Con la enfermedad parece no haber vía de salida, no existe, está petrificado, inmovilizado, encallado.
El miedo es el más temible carcelero que lentamente te acompaña a la horca, el verdugo impetuoso que ciñe el lazo.
El miedo de sentirse gravemente enfermo mata inexorablemente.

Poder ver la enfermedad desde otro punto de vista, como aquel que nos ofrecen las 5 Leyes Biológicas afloja las cadenas, permite ver un horizonte más amplio y de descubrir que se tiene tiempo.
Cuando nos permitimos cambiar de perspectiva al observar ¨el peligro¨ o ¨el enemigo¨, y sobre todo cuando logramos no identificarnos más con eso, podemos individualizar una grieta en nuestro sistema de creencias y convicciones, un rendija hacia una nueva vía de salida… y así sentir el lazo aflojarse.



traducción y dirección

Matelda Lisdero

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