BIEN-MAL,
CIGÜEÑA,
D: Intolerancia,
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Los alimentos justos para estar bien
Un flagelo en la medicina convencional, hoy más que nunca, está dado por la comunicación en el campo de la nutrición.
Los estudios sobre alimentación se basan en correlaciones estadísticas que no pueden establecer nexos causales reales, son distorsiones de lo que llamamos efecto cigüeña, y muy frecuentemente la información puede encontrarse en una discordancia tal que anula su utilidad y su sentido.
Un ejemplo fantasioso de un estudio observacional que produce un ¨efecto cigüeña¨es un silogismo:
- En las sociedades desarrolladas se comen más manzanas, en el tercer mundo se comen menos.
-En las sociedades desarrolladas se mueren más personas de cáncer que en el tercer mundo.
- Comer manzana aumenta el riesgo de cáncer.
Parece absurdo este mètodo de observación, que es el más difundido, transforma trágicamente al ¨factor de riesgo¨ en ¨causa¨, transformándose en un instrumento muy eficaz para comunicar cualquier cosa y su contrario.
Uno de los estudios más citado que relaciona alimentos y cáncer (que me hubiese gustado hacer personalmente, pero que por suerte alguien lo hizo con precisión y profesionalismo) toma en consideración 50 ingredientes comunes bajo sospecha de ser cancerígenos (en por lo menos 10 estudios distintos), entre ellos: sal, pimienta, harina, huevo, pan, cerdo, cordero, mantequilla, tomates, limones, pato, cebolla, apio, zanahoria, perejil, nuez moscada, cerezas, aceitunas, champiñones, leche, café, queso, tocino, azúcar, langosta, patatas, té, ron, naranja, ternera callos de ternera, mostaza, nueces, vino, guisantes, maíz, canela...
En el gráfico se evidencia la homogeneidad de la distribución estadística de los resultados respecto al riesgo de cáncer, donde la la izquierda de la mediana (1) el alimento resulta ¨protector¨ de procesos tumorales, mientras que a la derecha resulta ¨cancerígeno¨.
La suma de los riesgos se estabiliza alrededor del cero, es como decir: si busca la causa del cáncer aquí, probablemente se haya equivocado de camino.
La investigación resalta también, como frecuentemente, los aspectos que refuerzan a un estudio son presentados de cierta manera para que sean accesibles al periodismo y a la gente común, mientras que los puntos débiles quedan escondidos en el texto no disponible al público..
Evidencia también que asociaciones como All Trials subrayan y combaten desde hace tiempo, es decir, el efecto de sesgo de publicación, aquella tendencia más o menos tendenciosa de publicar pequeños resultados de manera llamativa en los medios y de omitir resultados nulos o negativos.
Y entonces ¿qué comer y qué no? ¿qué información tener en cuenta para la dieta? ¿cuál es la comida más saludable y cuál la menos saludable?
Quien vive de acuerdo con su propia biología no tendría la posibilidad de hacerse esa pregunta: ¿qué hace la cabra para saber si una hierba es venenosa y otra no?
No se lo pregunta, simplemente la olfatea, si le parece bien la come y si no la evita.
La cabrita unsa su sensorialidad arcaica inervada por el paleo-encéfalo, diseñada y comprobada por 4 mil millones de años justo con esta función básica en la nariz, en los ojos y en la boca.
Veamos cómo funciona esta sensorialidad apta para analizar el bocado: tome un hongo azulado con puntos amarillentos -no te convence y lo dejas allí.
Toma un tenedor de pasta y la hueles: ¿buena? -Si.
La metes en la boca: ¿buena? -mmm NO, no me gusta y la dejo allí.
O tal vez los primeros tres bocados van bien pero al cuarto no te dice más nada: y lo dejas.
Observa como hace el gato.
Se acerca, olfatea, prueba, olfatea otra vez, saborea, mordisquea, avanza.
Y no significa que si un bocado le va bien en ese momento, le vendrá bien siempre. Cada vez lo vuelve a examinar.
El cuerpo sabe que cosa le sirve y lo experimenta con el olfato y el gusto arcaicos (SI comestible, NO no ahora o peligroso) y a través de sensaciones internas se dispone a buscar ciertos alimentos (azucarados, frescos, calientes, secos, húmedos, ácidos, alcalinos…) en momentos específicos.
Si por ejemplo una mañana el estómago se encontrase en PCL-A reduciendo la producción de jugos gástricos, podríamos percibir una ganas naturales de comer alimentos ácidos (cítricos, yogur...).
Ciertamente cuanto menos procesado y elaborado es el alimento mejor funciona nuestro sistema papilar y olfativo...pero sin complicar demasiado las cosas porque cuanto más se complica más se aleja uno de sí mismo.
¿Absurdamente reduccionista? Sin embargo hay una educación generalizada de comer con la cabeza en vez de hacerlo con el órgano diseñado para hacerlo: el aparato digestivo.
Las creencias, los hábitos sociales, las fobias, con frecuencia trabajan en desacuerdo con lo que en esta simplicidad desarmante sería de gran ayuda a nuestro cuerpo, creando un estado de conflicto entre lo que es "aquí y ahora en mi cuerpo" y lo que "hay que comer."
La relación natural no-conflictiva con los alimentos es el modo animal de nutrirse, el más cercano a nuestro ser.
Como sabemos , la distancia que creamos con nosotros mismos produce fisiología, según leyes biológicas precisas.
Algunos ejemplos de la fricción que se genera, entre creencias mentales y la pura necesidad biológica:
- el intestino absorbe, en fisiología normal, 15 litros de gas por día (además de líquidos y nutrientes), que son producto de la fermentación durante la digestión.
No como pizza porque me han dicho que el queso y la harina me hacen mal y a pesar de tener la posibilidad y el deseo lo evito.
En esta percepción visceral de no poder tomar y absorber el nutriente, el duodeno entra en fisiología especial aumentando su función absorbente (Fase Activa, ningún síntoma evidente).
Llega el día que me concedo riva quindi il giorno che mi concedo no cumplir la regla y es ahí cuando el organismo se relaja ¨finalmente me nutro¨ : el duodeno entra en fase de reparación con drástica caída de su función absorbente (PCL-A del endodermo, tercera ley biológica), que le impide absorber también parte de los 15 litros de gas diarios.
Inmerso en mi idea de alimento que no me hace bien, comer la pizza me confirma que me hincha la panza (la reacción orgánica e inmediata), y en un rápido paso reforcé la regla de que la pizza me hace mal (y tal vez no recuerde que sólo me sucede con la pizza y no con el queso o la harina que como con otra forma).
- He tenido un poco de presión en la educación, así que me siento que tengo que comer ya que "algunas personas mueren de hambre." Cuando el plato está lleno y no tengo apetito, termino todo con esfuerzo.
Por supuesto, el principio es éticamente muy bueno, pero en este caso sucede que voy contra mí mismo con una fobia que, me guste o no, se opone a la necesidad biológica.
- Me han dicho que soy alérgico a las harinas, y alguno me dice que coma un poco de pan para derrotar mi alergia: cuando el bocado es percibido como ¨no bueno¨, aun si son 2 gramos de alimento, lleva una carga de miedo tal que hace que visceralmente sea visto como veneno.
Incluso si es un simple pan y a ningún otro le hace ningún efecto, luego de unos minutos me pongo pálido con sensación de náuseas y dolor abdominal: la peristalsis se pone en Fase Activa para eliminar el veneno a cualquier costo (a costo de la vida), hacia arriba o hacia abajo.
Estos ejemplos son obviamente indicativos, no implican una emergencia que necesita de atención médica, e infinitas combinaciones son posibles como infinitas son las percepciones de cada individuo.
Para permitir que el cuerpo responda de manera distinta siempre es necesario hacer algo distinto y concreto, que no es ¨ debo estar atento a lo que como¨, sea porque es lo que he hecho hasta ahora o sea porque es justamente esto lo que crea el conflicto con la comida.
Si fuéramos capaces de vivir verdaderamente ¨en armonía con la naturaleza¨, diríamos como la cabrita: ¨no tengo ningún prejuicio sobre aquello que como, lo olfateo, lo pruebo y espero el SI o el NO interno¨. Cuando la cabrita sepa hablar.
El discurso es diferente para la ciencia de la nutrición con fines técnicos (por ejemplo deportiva), para llegar a ello no obstante deben ser tomados en cuenta posibles reacciones psíquicas.
Pero en la salud, cuando la naturopatía se transforma en frenesí y cuando la ciencia se vuelve arrogante, en los dos extremos encontramos la misma reacción de miedo: el nutricionismo se convierte en un instrumento fácil para la ilusión de tener las cosas bajo control, de manera de no sentir AQUEL miedo (que mi cuerpo no esté bien o corra el riesgo de no estar bien, que alguno me juzgue por como vivo, temor a no ser un buen padre, etc… cada uno lo suyo).
Dejar andar todos los preconceptos y quedarse con aquello que es, es un poco como sentirse morir: por este motivo es muy difícil y es el objetivo primario del ¨camino espiritual¨y a menudo solo no se sale.
Pero, sin cambiar hábitos, se puede probar reactivar los sentidos que usábamos de niños. Se puede hacer como el ¨restaurante a oscuras¨, apagando las luces y probando sin saber.
Pero, si usted siente que tiene que comer de forma responsable de acuerdo con las reglas que toma por sus propias razones personales, decidirá poder convivir con síntomas tales como hinchazón, movimientos intestinales, intolerancias y otras pequeñas cosas que serán el testimonio de su coherencia y disciplina.
Los estudios sobre alimentación se basan en correlaciones estadísticas que no pueden establecer nexos causales reales, son distorsiones de lo que llamamos efecto cigüeña, y muy frecuentemente la información puede encontrarse en una discordancia tal que anula su utilidad y su sentido.
Un ejemplo fantasioso de un estudio observacional que produce un ¨efecto cigüeña¨es un silogismo:
- En las sociedades desarrolladas se comen más manzanas, en el tercer mundo se comen menos.
-En las sociedades desarrolladas se mueren más personas de cáncer que en el tercer mundo.
- Comer manzana aumenta el riesgo de cáncer.
Parece absurdo este mètodo de observación, que es el más difundido, transforma trágicamente al ¨factor de riesgo¨ en ¨causa¨, transformándose en un instrumento muy eficaz para comunicar cualquier cosa y su contrario.
Uno de los estudios más citado que relaciona alimentos y cáncer (que me hubiese gustado hacer personalmente, pero que por suerte alguien lo hizo con precisión y profesionalismo) toma en consideración 50 ingredientes comunes bajo sospecha de ser cancerígenos (en por lo menos 10 estudios distintos), entre ellos: sal, pimienta, harina, huevo, pan, cerdo, cordero, mantequilla, tomates, limones, pato, cebolla, apio, zanahoria, perejil, nuez moscada, cerezas, aceitunas, champiñones, leche, café, queso, tocino, azúcar, langosta, patatas, té, ron, naranja, ternera callos de ternera, mostaza, nueces, vino, guisantes, maíz, canela...
En el gráfico se evidencia la homogeneidad de la distribución estadística de los resultados respecto al riesgo de cáncer, donde la la izquierda de la mediana (1) el alimento resulta ¨protector¨ de procesos tumorales, mientras que a la derecha resulta ¨cancerígeno¨.
La suma de los riesgos se estabiliza alrededor del cero, es como decir: si busca la causa del cáncer aquí, probablemente se haya equivocado de camino.
La investigación resalta también, como frecuentemente, los aspectos que refuerzan a un estudio son presentados de cierta manera para que sean accesibles al periodismo y a la gente común, mientras que los puntos débiles quedan escondidos en el texto no disponible al público..
Evidencia también que asociaciones como All Trials subrayan y combaten desde hace tiempo, es decir, el efecto de sesgo de publicación, aquella tendencia más o menos tendenciosa de publicar pequeños resultados de manera llamativa en los medios y de omitir resultados nulos o negativos.
Y entonces ¿qué comer y qué no? ¿qué información tener en cuenta para la dieta? ¿cuál es la comida más saludable y cuál la menos saludable?
Quien vive de acuerdo con su propia biología no tendría la posibilidad de hacerse esa pregunta: ¿qué hace la cabra para saber si una hierba es venenosa y otra no?
No se lo pregunta, simplemente la olfatea, si le parece bien la come y si no la evita.
La cabrita unsa su sensorialidad arcaica inervada por el paleo-encéfalo, diseñada y comprobada por 4 mil millones de años justo con esta función básica en la nariz, en los ojos y en la boca.
Veamos cómo funciona esta sensorialidad apta para analizar el bocado: tome un hongo azulado con puntos amarillentos -no te convence y lo dejas allí.
Toma un tenedor de pasta y la hueles: ¿buena? -Si.
La metes en la boca: ¿buena? -mmm NO, no me gusta y la dejo allí.
O tal vez los primeros tres bocados van bien pero al cuarto no te dice más nada: y lo dejas.
Observa como hace el gato.
Se acerca, olfatea, prueba, olfatea otra vez, saborea, mordisquea, avanza.
Y no significa que si un bocado le va bien en ese momento, le vendrá bien siempre. Cada vez lo vuelve a examinar.
El cuerpo sabe que cosa le sirve y lo experimenta con el olfato y el gusto arcaicos (SI comestible, NO no ahora o peligroso) y a través de sensaciones internas se dispone a buscar ciertos alimentos (azucarados, frescos, calientes, secos, húmedos, ácidos, alcalinos…) en momentos específicos.
Si por ejemplo una mañana el estómago se encontrase en PCL-A reduciendo la producción de jugos gástricos, podríamos percibir una ganas naturales de comer alimentos ácidos (cítricos, yogur...).
Ciertamente cuanto menos procesado y elaborado es el alimento mejor funciona nuestro sistema papilar y olfativo...pero sin complicar demasiado las cosas porque cuanto más se complica más se aleja uno de sí mismo.
¿Absurdamente reduccionista? Sin embargo hay una educación generalizada de comer con la cabeza en vez de hacerlo con el órgano diseñado para hacerlo: el aparato digestivo.
Las creencias, los hábitos sociales, las fobias, con frecuencia trabajan en desacuerdo con lo que en esta simplicidad desarmante sería de gran ayuda a nuestro cuerpo, creando un estado de conflicto entre lo que es "aquí y ahora en mi cuerpo" y lo que "hay que comer."
La relación natural no-conflictiva con los alimentos es el modo animal de nutrirse, el más cercano a nuestro ser.
Como sabemos , la distancia que creamos con nosotros mismos produce fisiología, según leyes biológicas precisas.
Algunos ejemplos de la fricción que se genera, entre creencias mentales y la pura necesidad biológica:
- el intestino absorbe, en fisiología normal, 15 litros de gas por día (además de líquidos y nutrientes), que son producto de la fermentación durante la digestión.
No como pizza porque me han dicho que el queso y la harina me hacen mal y a pesar de tener la posibilidad y el deseo lo evito.
En esta percepción visceral de no poder tomar y absorber el nutriente, el duodeno entra en fisiología especial aumentando su función absorbente (Fase Activa, ningún síntoma evidente).
Llega el día que me concedo riva quindi il giorno che mi concedo no cumplir la regla y es ahí cuando el organismo se relaja ¨finalmente me nutro¨ : el duodeno entra en fase de reparación con drástica caída de su función absorbente (PCL-A del endodermo, tercera ley biológica), que le impide absorber también parte de los 15 litros de gas diarios.
Inmerso en mi idea de alimento que no me hace bien, comer la pizza me confirma que me hincha la panza (la reacción orgánica e inmediata), y en un rápido paso reforcé la regla de que la pizza me hace mal (y tal vez no recuerde que sólo me sucede con la pizza y no con el queso o la harina que como con otra forma).
- He tenido un poco de presión en la educación, así que me siento que tengo que comer ya que "algunas personas mueren de hambre." Cuando el plato está lleno y no tengo apetito, termino todo con esfuerzo.
Por supuesto, el principio es éticamente muy bueno, pero en este caso sucede que voy contra mí mismo con una fobia que, me guste o no, se opone a la necesidad biológica.
- Me han dicho que soy alérgico a las harinas, y alguno me dice que coma un poco de pan para derrotar mi alergia: cuando el bocado es percibido como ¨no bueno¨, aun si son 2 gramos de alimento, lleva una carga de miedo tal que hace que visceralmente sea visto como veneno.
Incluso si es un simple pan y a ningún otro le hace ningún efecto, luego de unos minutos me pongo pálido con sensación de náuseas y dolor abdominal: la peristalsis se pone en Fase Activa para eliminar el veneno a cualquier costo (a costo de la vida), hacia arriba o hacia abajo.
Estos ejemplos son obviamente indicativos, no implican una emergencia que necesita de atención médica, e infinitas combinaciones son posibles como infinitas son las percepciones de cada individuo.
Para permitir que el cuerpo responda de manera distinta siempre es necesario hacer algo distinto y concreto, que no es ¨ debo estar atento a lo que como¨, sea porque es lo que he hecho hasta ahora o sea porque es justamente esto lo que crea el conflicto con la comida.
Si fuéramos capaces de vivir verdaderamente ¨en armonía con la naturaleza¨, diríamos como la cabrita: ¨no tengo ningún prejuicio sobre aquello que como, lo olfateo, lo pruebo y espero el SI o el NO interno¨. Cuando la cabrita sepa hablar.
El discurso es diferente para la ciencia de la nutrición con fines técnicos (por ejemplo deportiva), para llegar a ello no obstante deben ser tomados en cuenta posibles reacciones psíquicas.
Pero en la salud, cuando la naturopatía se transforma en frenesí y cuando la ciencia se vuelve arrogante, en los dos extremos encontramos la misma reacción de miedo: el nutricionismo se convierte en un instrumento fácil para la ilusión de tener las cosas bajo control, de manera de no sentir AQUEL miedo (que mi cuerpo no esté bien o corra el riesgo de no estar bien, que alguno me juzgue por como vivo, temor a no ser un buen padre, etc… cada uno lo suyo).
Dejar andar todos los preconceptos y quedarse con aquello que es, es un poco como sentirse morir: por este motivo es muy difícil y es el objetivo primario del ¨camino espiritual¨y a menudo solo no se sale.
Pero, sin cambiar hábitos, se puede probar reactivar los sentidos que usábamos de niños. Se puede hacer como el ¨restaurante a oscuras¨, apagando las luces y probando sin saber.
Pero, si usted siente que tiene que comer de forma responsable de acuerdo con las reglas que toma por sus propias razones personales, decidirá poder convivir con síntomas tales como hinchazón, movimientos intestinales, intolerancias y otras pequeñas cosas que serán el testimonio de su coherencia y disciplina.