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Derrotar la enfermedad: una guerra contra uno mismo

Cuando se entra en un hospital, puede suceder que a menudo se sienta como enrolado en el ejército.
Los colores y las luces son tristes, los que están bajo presión están trabajando impacientemente, los tiempos son de cuarteles, la comida mala.
Entras en un mecanismo, una especie de cadena de montaje que sigue un protocolo, según el cual lo primero es someterse a una lista de análisis y chequeos.
Nadie te mira a la cara para ver si estás bien o que humor tienes, sino que miran a las máquinas.
Parece que sin la decodificación de las máquinas no existes. El único modo que se tiene para conocerte son los exámenes, que son fáciles de leer.
Una vez obtenido el resultado de la máquina inicia el tratamiento, que es una guerra encarnizada contra la enfermedad.
Sucede que en el fragor de la batalla se exagera con fármacos, pero bombardear por la vida está bien justificado.
A veces una sucesión contínua de médicos te desorientan.
Los generales de esta batalla contra la enfermedad te pueden parecer dogmáticos y confusos, al mismo tiempo, a veces, pueden darte la impresión de estar moviéndose sin saber lo que están haciendo, pero en la emergencia siempre hacen lo mejor con todos los medios que disponen.
Tu estás en sus manos y solo esperas que ellos ganen esta guerra. Te sometes a las órdenes de los superiores.
Has ingresado a un sistema militar y debes adecuarte. Ciertamente también está financiada, como todas las guerras, por poderes fuertes.
Es difícil, has sido manipulado en un sistema que apenas tiene espacio para tu bienestar (por varias razones), pero es capaz de entablar un conflicto armado sin tregua contra tu enfermedad.

La enfermedad.
¿Contra que están combatiendo los médicos? ¿A quién tengo que permitir que derroten?
¿Qué es esto que me come por dentro? ¡Quiero que me lo saquen ya! ¡Les ruego lo destruyan!

A pesar que que ha pasado poco tiempo desde que estoy en esto, este no soy yo, antes no lo tenía.
En un cierto punto algo ha cambiado, y esto es un estado que mi cuerpo ha estado viviendo desde hace un tiempo.
- Ahora estoy mal.
- Es tu cuerpo, ayúdalo a trabajar.
- ¿En qué sentido?
- Está muy debilitado, ha pasado por un período de tensión, necesita tiempo y reposo para reparar todos los tejidos dañados. Es un trabajo muy intenso.
- Pero es un mal innombrable, ¡no lo quiero!
- Cierto que no lo quieres, pero luego de haber escalado una montaña, ¿no le concederías un reposo a tus piernas calientes y cansadas? ¿O te pondrías a hacer ejercicio para no sentir dolor?
- Creo que estaría acostado un día entero y las usaría lo menos posible.
-¿Y ahora finges que no hay ningún cansancio y ningún trabajo por hacer y le haces la guerra a esta condición?
- ¡Pero ahora tengo una enfermedad!
- Si, son células y tejidos trabajando, inflamándose, calientes, que tiran y duelen, se reparan ...tal vez no las piernas, alguna otra zona que necesita ser ayudada a hacer su trabajo.
¿Cuando te cortas un dedo, eres tu el que decide que se tiene que curar o lo hace la piel sola, como si tuviese ya la información precisa para hacerlo?
- Es cierto. Lo hace sola.
-¿En este punto, ayudas a la herida a curarse o comienzas a sacudirlo para alejar al malestar?
- Lo tengo quieto y espero, y si es muy profundo lo desinfecto, lo vendo y espero que se cure.
- Entonces, ¿confías en el resultado?
- Cierto, luego de un corte me aparece una cascarita que luego se cae. A veces queda una cicatriz.
- Ahora tu cuerpo está sanando. Te has lastimado, debes tener confianza y esperar que la herida se cierre. No lo puedes hacer tu, lo hace solo. Si es muy profunda y ves que le cuesta cerrarla, puedes ayudarla con un medicamento, sin dudar. Pero necesita el tiempo que toma.
- Claro
- Si, pero si insistes en usar el dedo con riesgos de cortarte, la herida no se curará más y continuará estando inflamada, empeorará y estará cada vez peor. Entonces te cortas repetidamente en el mismo punto: ¿Qué estás haciendo tan mal? ¿Te das cuenta?
- No lo se pero me lastimo siempre
- Podrías comenzar a prestar atención, para aprender a esperar un segundo antes de repetir el gesto. Es una rutina que repites desde hace un tiempo pero no le das importancia.
Pero ahora que tu cuerpo se esta sanando y reparando,¿quieres hacerle la guerra? ¿Quieres eliminar la inflamación y el dolor por la fuerza?¿Quieres forzarlo a sanar?
¿Quieres jugar una pulseada con tu propio cuerpo?¿Has hecho alguna vez una pulseada contra ti mismo? Brazo derecho contra el brazo izquierdo. ¿Quién piensas que ganaría?

- Ninguno, es obvio
- Pero si eres terco puedes seguir adelante.¿Cuánto piensas que puedes resistir? ¿una hora? ¿Un día? Y al final, ¿cómo te sentirás?
- Si sigo adelante una hora empujando al final quedó hecho un trapo, no puedo mover más el brazo, agotado.
- Exacto. Ahora lucha contra tu enfermedad. No te rindas. Con toda tu fuerza, empuja, luego vence. Toda tu familia y tus conocidos están contigo. Te apoyan , te sostienen y tu no los puedes desilusionar. Lo harás, no te rendirás, eres más fuerte que la enfermedad.
Esta es una guerra imposible contra ti mismo.
Debido a que no debe ni puede perderse, es una guerra duradera que agota, derrama todos los recursos, dada la capacidad de persistir, mantenerse firme con gran corazón y disciplina militar, incluso con el costo final de consumir la vida misma.


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traducción y dirección

Matelda Lisdero

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