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¿Hace bien o hace mal? El sol sobre la piel

Si viviésemos en el planeta como lo hemos hecho por millones de años, estaríamos expuestos a la luz del sol de manera bastante constante y homogénea, y nuestra piel se adaptaría cada día a defenderse de manera apropiada de la intensidad de los rayos ultravioletas del lugar.
En cambio, la piel del hombre civil de ciudad está oculta de los rayos solares por 350 días al año, adaptándose a la penumbra y por 15 días se expone imprevistamente al bombardeo del sol más fuerte posible, aquel sol de verano, a menudo y voluntariamente al mediodía.
Sin embargo, en caso de quemadura, siempre es posible justificarse con un ¨¡hoy el sol está enfermo!¨.

A pesar de esto, el cuerpo es extremadamente inteligente y hace óptimamente todo aquello que le es posible, incluso en situaciones extremas como esta.

El color de la piel es debido a varios pigmentos entre ellos la melanina, producida por las células melanóforas, que están situadas en el estrato más profundo de la epidermis.
Esta sustancia se distribuye en la superficie a través de prolongaciones celulares y se dispone alrededor del núcleo para protegerlo de las radiaciones ultravioletas.
La más potente y eficaz crema protectora solar jamás inventada.
Una tecnología que, pero, sigue ciertas leyes.

La epidermis, inervada por el neo encéfalo (como ya fue descrito en detalle), reduce su función y sensibilidad en Fase Activa de la curva bifásica: cuando le pega el rayo, en efecto, no produce melanina en aquel momento, sino que la pigmentación que se verifica en ese momento es debido a la oxidación de la melanina residual ya presente en la piel.
Solo luego del daño celular natural, comienza la fase PCL-A, los vasos se dilatan, la piel se enrojece, la renovación celular aumenta y se acelera, y los melanocitos comienzan a producir melanina.
En efecto, el pigmento se deposita alrededor del núcleo en el transcurso de 2-3 días luego de ¨shock¨ de luz.
En este sentido, el sol que tomo hoy le da instrucciones a la piel sobre la protección que activará unos días después y no antes.

Para esquematizar, podemos equiparar el proceso de bronceado con una curva bifásica del neo encéfalo: la piel reacciona en Fase Activa (DHS), como un ¨contacto a evitar¨ con la luz, entonces las células se dañan y mueren, para luego ser reparadas en PCL. Simultáneamente los melanocitos aumentan su función para preparar a la piel para la próxima exposición, con una adecuada protección de la radiación.

Un shock de luz imprevisto, provocado por un brusco salto de una vida citadina a una de playa, puede ciertamente ser acompañado y suavizado por instrumentos protectores como las cremas protectoras solares.
Sin embargo, también es bueno considerar los mecanismos naturales del cuerpo para que pueda hacer lo que sabe de la mejor manera, especialmente cuando no se dispone de coadyuvantes artificiales.
Quien realiza actividad física en un gimnasio conoce bien el ritmo ¨bifásico¨ de trabajo y reposo, según el cual no se entrena todos los días sino en días alternos, lunes y jueves o martes y viernes.
En efecto, un campeón de ¨fisicoculturismo del bronceado¨, conociendo la curva bifásica, construiría su programa óptimo de ¨entrenamiento¨ en forma progresiva, en base a los tiempos naturales más eficientes, y así permitir que la piel pueda iniciar el proceso biológico y sobretodo hacerlo en forma completa sin interrupción ni sobrecarga.
Sabría que el entrenamiento es importante, pero lo es también el reposo, porque es justo en el reposo que se broncea. Y luego de cada sesión aumentaría poco a poco el ¨peso¨ que levanta.
Un programa así, dirigido al fortalecimiento progresivo de la melanina, es seguramente el más eficaz y respetuoso de las leyes del cuerpo.
(estudios recientes sobre la necesidad de exponer la piel al sol directo [ITA])


¿Por qué sucede que algunas áreas del cuerpo, aún si la exposición al sol es homogénea, se enrojecen y queman y otras partes casi nunca?

Les habrá sucedido a muchos de estar al sol por un largo período y quemarse los hombros pero no la espalda o el pecho y no la panza, o solo las rodillas y no el resto de las piernas...
El motivo de la ¨sensibilidad¨ de algunas zonas es totalmente personal, variable a lo largo de la vida de la persona y depende de procesos biológicos ya en curso sobre la epidermis.
Si, por ejemplo, un niño se va de vacaciones lejos, sin mamá ni papá, y la piel del pecho está en actividad por ¨ruptura de contacto¨ del abrazo de los padres, la curva bifásica de la reacción al sol se sumará a aquella en curso, exasperando el proceso: resultando en que el niño pueda tener, solo en esas zonas particulares, una reparación más profunda con eritema, inflamación y síntomas más acentuados (fase PCL).

En términos de leyes biológicas, este discurso no puede extenderse a los tumores, ya que no hay relación causal directa con los rayos solares.
También en la literatura médica (actualizada al 2016) no hay evidencia que la protección del sol reduzca el riesgo de cáncer de piel. Fuente Cochrane
El tema ¨lunares¨ y ¨melanomas¨ es tratado separadamente en la rúbrica Etiología - piel.



traducción y dirección

Matelda Lisdero

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